Un ‘cerebrito’ de la Red

chris hughes

Dicen los entendidos que hay un punto de inflexión en la pasada campaña de nominación del candidato demócrata a la Casa Blanca para evaluar el impacto de Internet. Se trata de la holgada victoria de Barack Obama en Iowa y su posterior derrota, muy ajustada, ante Hillary Clinton, en New Hampshire.

El joven Chris Hughes se había incorporado al equipo de senador por Illinois para aventar su red social. Creó My.barackobama.com y aglutinó en derredor una vasta legión de voluntarios. Abrió un canal en YouTube para que los ciudadanos colgaran sus vídeos planteando las cuestiones que realmente les preocupaban. “Cada persona importa; cada persona tiene voz”, dice. Se convirtió, a fuerza de resultar ambas expresiones pretenciosas, en el chico de Obama en Internet o, incluso, en el que lo hizo presidente.

En la frontera de los 26 años, Hughes se cuestiona muchas cosas. Entre otras, si estamos entre todos haciendo lo suficiente para que todos compartamos más información. Estudió en Harvard y cofundó Facebook con Mark Zuckerberg, la red social por antonomasia con 300 millones de usuarios, de los que se estima que la mitad la utilizan a diario.

Hoy ha pasado por Murcia hablando de lo que más sabe. Y había quien quería saber si, en realidad, a Obama lo aupó la Red a la Casa Blanca. En cualquier caso, Chris Hughes ya había advertido que Facebook no es una poción mágica para ganar votos. Algo que nos temíamos, al menos, algunos.

Debacle en Santo Domingo

alcorcon - real madrid

Hace unos días, la sección de deportes de un periódico recogía una noticia de dudosa catadura: un equipo de infantiles había ganado a otro por 30 goles a 0. El redactor de la información se deshacía en elogios para los triunfadores, hablaba de récord guinness y de otras lindezas. Yo dudé del buen gusto y de la cuestionada ética a la hora de publicar semejante suelto. Y lo hice, más que nada, poniéndome en la piel de los chavales del equipo derrotado y no en la de los ganadores que a buen seguro se sentirían, viéndose en los papeles, encantados de conocerse. Trastocando los roles, en posible que sea eso lo que hoy les suceda a los seguidores del Real Madrid y a los del modesto Alcorcón. Lo que pasa es que el inesperado resultado de ese partido sí que merecería, como de hecho ha ocurrido, las portadas de la práctica totalidad de los diarios.

Un día, hará unas cuantas temporadas, una vieja gloria del madridismo se dejó caer por el vestuario del Bernabéu para saludar a los jugadores. El hombre salió descorazonado cuando comprobó, con sus propios ojos, que la preocupación de muchos de aquellos galácticos futbolistas pasaba más por ocultar el perfume que utilizaban de la vista del compañero, y así evitar que se lo copiase, que de solventar cuestiones meramente deportivas.

Anoche el Real Madrid cayó con estrépito ante un equipo de Segunda B, el Alcorcón. La humillación se tradujo en un baile que pudo acabar peor. Perder 4 a 0 ante un club humilde, con jugadores en la alineación inicial como Raúl, Benzema, Arbeloa, Diarra, Guti, Van de Varrt… ha de doler hoy mucho en los corazones de los merengues. Los aficionados, se entiende. No tanto en los de algunos de los tristes protagonistas de la debacle de Santo Domingo, nombre que recibe el sobrio campo del hoy descollante equipo local. Los de siempre, los veteranos, apelaron tras el partido a que habrá que tirar de casta y orgullo para deshacer el entuerto dentro de 15 días, en el partido de vuelta, y ganar por más de cinco goles de diferencia. Horas antes, los integrantes de la primera plantilla blanca habían probado y estrenado sus rutilantes Audis, ajenos al bochorno que horas después se les avecinaría. Mientras esto ocurría, es probable que algún figura del Alcorcón cogiese un autobús urbano para trasladarse de un sitio a otro en esa populosa localidad. Son las paradojas de una vida en la que, como dijo Balzac, hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir.

Sabino, últimas palabras

sabino fernadez campo

Grosso modo, Sabino Fernández Campo fue un militar ilustrado, que hizo la guerra en el bando nacional, que luego ocupó cargos de responsabilidad en el régimen de Franco, para finalmente abrazar la democracia desde sus concepciones monárquicas. Permaneció fiel al Rey hasta que fue desalojado de Zarzuela en una turbia maniobra de la que, quizás, perdonó sin olvidar.

En todos estos años, Sabino ha hablado lo más claro que su concepción de la lealtad le ha permitido. Lo ha hecho, posiblemente, herido como estaba en su ser interno, y porque entendía que ese sentido de ser leal no implicaba nunca servilismo. Fue sincero a la vez que supo guardar lo que, según él, no debía saberse. Cuánto hubieran dado los editores por unas memorias suyas nada desmemoriadas.

Acabo de leer las que pudieron ser sus últimas declaraciones públicas. Las hizo a una revista de su tierra, Asturias, y hay que repasarlas con detenimiento para deducir que, a los 90 años superados, se pueden decir las cosas con elegancia sin abrir demasiadas brechas.

Una biografía sobre él, publicada en 1995, alertaba de que Fernández Campo tenía que dejar la Casa Real porque se había convertido en una especie de caja negra. De ser así, él supo llevarlo con resignación, no sin dejar caer que, al final, Dios hace justicia con los que se amparan en la arbitrariedad.

¿Qué hay de lo mío?

alcantara ucd

Se desesperaba anoche en el Cuéntame el inefable Antonio Alcántara por causa del qué hay de lo mío. El personaje al que da vida el actor Imanol Arias había bregado con la UCD en los preparativos de las primeras elecciones democráticas, en 1977, y se hallaba en situación de disponible. Mucho le habían prometido en los días previos a aquel mítico 15-J, pero lo cierto es que pasaba el tiempo y, de lo dicho, nada. El hombre estaba en un sinvivir continuo, pegado al teléfono, pues ya se sabe que en aquel entonces los móviles eran artilugios cuasi impensables.

Sirva el ejemplo de la premiada serie de TVE para corroborar la ingratitud con la que, en muchas ocasiones, los partidos premian a su fiel militancia. Recuerdo, por ejemplo, cuando en 1996 el PP llegó al poder en nuestro país, obviando a muchos de los que se dejaron la piel en el camino. Semanas antes del triunfo de José María Aznar, el escritor Manuel Vicent publicó un premonitorio artículo en un diario, que tituló Los girasoles, y del que conservo el recorte por algún sitio. Venía a hablar de los arribistas, de los que se subirían sin empacho alguno al carro del ganador, dejando claro que ellos siempre se sintieron en sintonía plena con las huestes populares.

Pasó entonces y seguirá pasando mientras la política siga siendo, como dijo Bossuet, un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir. Luego vinieron otros, los socialistas, que a buen seguro también dejaron fieles en la cuneta. Conozco a muchos, de uno y otro signo ideológico. En la mayor parte de los casos son la militancia pura, los que sí tienen ideología y no se avergüenzan por ello. Son los primeros aun hoy si se les llama para completar sobres en las sedes, pegar carteles por la calle o montar el local para el mitin de turno. En el fondo son gente poderosa sin haberlo ambicionado; y lo son porque, al fin y al cabo y como dejó dicho el sabio, son dueños de sí mismos.

Baquetas con pegamento

Fue durante una Navidad, en la que apenas contaba con cinco años de edad, cuando a Phil Collins le regalaron su primera batería. A partir de entonces, aquel instrumento se convertiría en su compañero inseparable. La percusión le abrió muchas puertas en la vida a este londinense. Tantas, hasta desembocar en Genesis. Hasta allí llegó tras responder a un anuncio en la prensa. Se buscaba un batería. Y ahí estaba él. Luego, la marcha de Peter Gabriel le catapultó a ser el vocalista principal de aquel mítico grupo. Después vendría la disolución y una no menos exitosa carrera en solitario.

Phil Collins ha cantado a la vida, a los amores perdidos, a las segundas oportunidades, y a las drogas también. Lo ha hecho, a lo largo de tres décadas, desde el reconocimiento de público y profesión. Ha sido además actor.

A finales de verano, un diario sensacionalista inglés apuntó el nubarrón que se cernía sobre su persona: una operación de vértebras le había insensibilizado los dedos de sus manos. Él desmintió en un primer momento que nunca pudiera volver a tocar el instrumento consustancial a su existencia artística. Sin embargo, ahora, en Alemania, Collins ha mostrado las cartas boca arriba: “Ya no volveré a tocar. Sólo si me pegaran las baquetas a los dedos, con pegamento, podría volver a hacerlo”. Una pena, una lástima que, en cualquier caso, no acaba con su impresionante carrera. La voz sigue ahí, y su creatividad también. Como en ese repaso que supone All of my life, el vídeo que contiene la canción que ilustra este comentario, algo que destila nostalgia a la vez que esperanza.