Una de verbos defectivos

Cuenta Álex Grijelmo en su imprescindible El estilo del periodista cierta anécdota acontecida en las Cortes de la Segunda República Española donde una vez se sometió a debate la pena de muerte.

 

 

Relata el periodista burgalés que, durante la sesión, sus señorías gritaban enloquecidas: “¡Que se abola, que se abola!”. La expresión nos suena a rayos, gramaticalmente hablando. Otros, quizá un tanto más ilustrados, exclamaban no menos enfurecidos: “¡Que se abuela, que se abuela!”. Terció entonces  Manuel Azaña, aquel político a la sazón intelectual (cosa que resultaría harto difícil en la España de hoy en día, siglo veintiuno comenzado), para expresar: “¡Que se adolezca!”.

 

 

Explica Grijelmo que lo dicho por el que fuera presidente republicano partía de una analogía con el verbo “aborrecer”, que tanto se asemeja a “abolir”. Sin embargo, tampoco el muy admirado a derecha e izquierda Azaña dio en la diana. La solución al galimatías lingüístico lo desvela, al final, el autor de tan valioso libro, publicación que debería ser de cabecera de todos cuantos periodistas somos amantes del lenguaje castellano. Un diputado tendría que haberse encaramado a su escaño para desvelar al selecto auditorio: “¡Que sea abolida!” Tan sencillo como eso. Cosas de los verbos defectivos, aquéllos que no se conjugan en todos sus tiempos.

Do you remember?

A hard day´s night!

¡Qué noche la de aquel día! 

 

 …/…

 

En Murcia, el director de Radio Juventud, el periodista Adolfo Fernández Aguilar, daba vivas a la Constitución cada 15 minutos. Y no estaba borracho. El ahora diputado del PP estaba en una reunión programando un especial para el aniversario de la muerte de John Lennon cuando alguien apareció diciendo que “un torero acababa de entrar en el Congreso con una pistola pegando tiros”. Luego recibió las órdenes de conectar con Radio Nacional y la gente fue desapareciendo de la emisora hasta quedar un mínimo equipo: el director, un jefe de programas y un redactor. Como le pareció que el bando de Milans hablaba de mantener el orden constitucional, en una iniciativa que en la distancia conceptúa como “temeraria”, cogió el rábano por las hojas y cada vez que tenía que dar el indicativo de la emisora, decía: “Aquí Murcia. Radio Juventud. Viva la Constitución”. La romería golpista se había atascado al sur de la III Región Militar sin llegar a Murcia, pero el miedo y el terror habían tomado la ciudad por completo. Fernández Aguilar siguió repitiendo el indicativo espoleado por la ingenuidad hasta que se produjo la aparición del Rey en televisión. Entonces lo amplió: “Aquí Murcia. Radio Juventud. Viva la Constitución. Viva el Rey”. No era la suya la única actitud homérica en Murcia. Un senador socialista se quedó toda la noche en el Ayuntamiento y el militante comunista Sánchez Trigueros, que moriría años después en un accidente de tráfico, no abandonó la Delegación del Gobierno hasta que se aclaró la situación.

 

…/…

 

[El País. 23 de febrero de 2006]

David entrevistando a Goliat

ENTREVISTA A JUAN LUIS CEBRIÁN, DIRECTOR DE EL PAÍS 

[Murcia, invierno de 1982] 

Hacía muy poco tiempo desde que el bigotudo teniente coronel Tejero había protagonizado su asonada en el Parlamento. Para todos los que soñábamos con ser periodistas, Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944), entonces director del prestigioso diario El País, -puesto al que había accedido en 1976 con escasos 32 años de edad- era nuestro espejo. Joven, brillante, suficientemente preparado, constituía todo un referente para los novatos que queríamos llegar a ser algo en la profesión.

Una tarde se llegó hasta Murcia para conferenciar sobre, entre otras cosas, la cuestión de siempre: la libertad de expresión. Fue en la Casa de la Cultura del Paseo de Alfonso X El Sabio. Estuvo a la altura de lo que de él se esperaba ante el nutrido auditorio, fundamentalmente gente de la izquierda que se aprestaba a llegar al poder sólo unos meses después. Antes de que iniciara su intervención le entrevisté sobre el escenario desde el que se dirigiría a los presentes. Llevaba un loden azul marino y su barba estaba algo más descuidada de la que luce en su alcanzada madurez. Yo estaba muy nervioso, lo confieso. Cebrián estuvo muy amable con aquel proyecto de periodista que era su entrevistador radiofónico, y me respondió solícito.

-Juan Luis Cebrián, ¿hay o no hay libertad de expresión en España (1981)?

-Yo diría que sí, en general. Sin embargo hay preocupantes signos de involución todavía y prueba de ello fue el intento de golpe de Estado del pasado 23 de febrero, un acto execrable se mire por dónde se mire.

-Sin embargo, esa acción ha contribuido a que los españoles y los medios informativos se afiancen más en su defensa de la democracia…

-Sí, sin duda. No había más que ver las manifestaciones posteriores al 23-F en todas las capitales del país. La gente está ávida de libertad. Nosotros al día siguiente del golpe llegamos a vender 591.000 ejemplares, una cifra récord, lo que demuestra que las cosas están cambiando en este país.

-La difusión media de su periódico se aproxima a los 150.000 ejemplares. ¿A qué se debe el éxito de El País?

-Desde el primer momento nosotros apostamos claramente por la democracia y el progresismo y eso caló hondo en la sociedad española. Somos un periódico moderno, que pretende acercarnos a la Europa a la que, más temprano que tarde, debemos incorporarnos plenamente.

-¿Son sinónimos éxito y calidad?

-Bueno, a veces es difícil compatibilizar esos dos conceptos en periodismo. Sí puedo decir en nuestro caso que los académicos estadounidenses John C. Merril, de la Universidad de Maryland, y Harold Fisher, de la Bowing Green, de Ohio, han calificado a El País entre los 50 mejores periódicos del mundo, junto con el ABC y La Vanguardia de Barcelona.

-Precisamente tienen intención de lanzar una edición específica en Barcelona. ¿Seguirán por ese camino en otras capitales?

-Es nuestra intención, sí, siempre que las condiciones técnicas lo permitan. En este caso utilizaremos un sistema de telefacsímil mediante láser, lo que permitirá editar el total de páginas en Barcelona y Madrid de forma simultánea.

-¿Cree que los socialistas ganarán las próximas elecciones generales?

-Es muy posible. La situación del país necesita un cambio tras los intensos acontecimientos vividos en los últimos meses. El partido del Gobierno (UCD) tiene importantes fisuras mientras el PSOE presenta una imagen de progreso y de firme voluntad de que la democracia profundice y se asiente. En cualquier caso, los españoles tendrán la última palabra.

-¿Y la entrada en la OTAN…?

-Existe una oposición radical del PSOE a la entrada de España en la OTAN, cuando el Congreso de los Diputados autoriza (29 de octubre de 1981) la tramitación de la adhesión al Tratado del Atlántico Norte. Se habla de «OTAN, de entrada no», en la propaganda de pancartas y pintadas. La promesa del PSOE es sacar a España de la OTAN mediante un referéndum.

El 11 de marzo de 1982, las ediciones de El País comenzaron a elaborarse íntegramente con sistema de vídeo-terminales y fotocomponedoras ultrarrápidas, lo que le convirtió en el primer diario español que desterraba el papel y las máquinas de escribir de las redacciones. Es indudable que El País trajo consigo nuevos vientos al periodismo español.

En octubre de 1982 el PSOE ganó las elecciones con mayoría absoluta; Felipe González se convirtió en presidente del Gobierno y al periódico que dirigía Cebrián se le bautizó, desde algunos sectores que no simpatizaban con la causa, como el diario gubernamental.

Con El Guayabero, en las playas del oriente cubano (1984)

En otoño de 1984 visité, por primera y única vez, la isla de Cuba. Fueron 11 días que difícilmente olvidaré. Tenía 22 años y, posiblemente, la ilusión propia de la edad. En Holguín conocí a este hombre, junto a las paradisíacas playas de Guardalavaca, en el oriente cubano. En la fotografía estamos con él, sobre el escenario, Adolfo Fernández y yo. Bebíamos mojito y acompañábamos sus canciones. Éramos tan jóvenes…

 

 

Casi nadie lo conoce por su verdadero nombre. Sin embargo, cuando se habla de El Guayabero a la mente de todos los cubanos viene su peculiar estampa y el criollísimo humor de sus canciones. Como los juglares, Faustino Oramas va contando la crónica de nuestra vida cotidiana. Para ello canta con su voz potente, unos octosílabos inmejorables y el criollísimo humor de doble sentido, atributos que lo han hecho famoso y hasta imprescindible en la abultada memoria de la música popular cubana.

 

Faustino Oramas nació el 4 de enero de 1911 en la ciudad de Holguín. Su familia, de origen muy humilde, se vio obligada a trabajar en difíciles condiciones para lograr su supervivencia.

 

La familia Oramas carece de tradición musical y el joven Faustino se vio obligado a aprender música en forma totalmente autodidacta. Aunque su primer trabajo fue en una imprenta, muy pronto el encanto de la música le reclamó. A la temprana edad de 15 años formó parte del «Tropical Band» como cantante y tocando las maracas. Esta banda incluía tres guitarras, maracas, una trompeta y un bajo.

 

En 1938 compuso En Guayabero la canción que le dio su apodo. Esta canción fue consecuencia de un malentendido que ocurrió en el Molino de Azúcar del pequeño pueblo de Miranda.

 

La banda fue a tocar en el cuartel de los trabajadores el día de pago y terminada la actuación pararon en el bar del pueblo. Allí había una guapa chica trigueña que servía la bebida a los músicos y que, dio la casualidad, que era la amante del jefe de la policía local (como en todos los pueblos pequeños, el jefe de policía a su vez, ejercía de alcalde). Algún cotilla, tal como dice Faustino, le dijo al policía que su «trigueña» estaba sirviendo bebidas a varios músicos. No hace falta decir que Faustino y sus compañeros tuvieron que abandonar el lugar con una precipitación inusual. El incidente fue recordado «En Guayabero», quizás su canción más conocida. «Soy un personaje público gracias a la inspiración por una trigueña. O más bien a un marido celoso de un lugarcito de Oriente llamado Guayabero, adonde fui a cantar para ganarme la vida y por poco encuentro la muerte. Ella fue amable, muy amable conmigo, y la gente del bar se lo dijo al marido, un cabo de la Guardia Rural. ¿Resultado? Salí echando con mis músicos y en el camino surgió:


«Trigueña del alma, no me niegues tu amor /
En Guayabero mamá, me quieren dar……

 

Después, «nada más y nada menos que Pacho Alonso me pidió la canción. Primero la grabó con Los Bocucos y después la montó con su orquesta y la puso a recorrer mundo en la década del 60″.

 

Fue entonces que nació para la gente El Guayabero. Sin embargo, ya desde los 15 tocaba maracas y cantaba con el septeto de Benigno Mesa, amenizando fiestas campesinas en las cuales hasta la música iba a crédito. Más tarde, la emisora CMKO, que transmitía desde Holguín un programa en vivo, le abrió un espacio a sus guarachas y a su auténtico repertorio criollo. Largo y nervudo, Faustino Oramas parece tener la talla justa para la guaracha, esa música hembra y traviesa capaz de parir unos siameses llamados doble sentido e inspiración. Nuestro hombre, por demás, le aporta un don natural para el ritmo que ni la sordera de los años ha podido menguar. Y siempre, como el singular Ñico Saquito o como Pedro Luis Ferrer, con ese fino gracejo que no hace concesiones a la vulgaridad ni a la chabacanería.

  

[Tropicana Internacional. 2006]

El veneno de ¿K?armona

 

Venenoso, muy venenoso vino Antonio Carmona al Auditorio de Murcia, el fin de semana que se fue. Para sentir cantando hay que nacer gitano. Y si encima procedes de la familia de los Habichuela, mejor que mejor. Desembarazado como está de la marca que le dio días de gloria durante dos décadas, Ketama, ahora aventura que siente “que estoy en una caída libre total, pero disfrutando de haber tenido la libertad de decir aquí me quedo, en este rincón, para hacer mi propio potaje musical”. Los garbanzos de ese guiso se maceran bien en un caldo que condimentan talentos como el de Alejando Sanz, Juanes o La Mala Rodríguez.

 

Vengo venenoso es la alegría de un trabajo; Lucía, lo dedica a su hija;  Hay veces cobra inspiración en la siempre triste separación de sus padres; 1, 2, 3, evoca su “volver a empezar”; Para que tú no llores (a dúo con Alejandro Sanz); y en Puerto Moruno aborda la difícil cuestión de la inmigración en nuestro país.

 

Carmona se escribe con c, ya no con k de Ketama. Nuevos tiempos los que suenan, en pocas palabras.