Espero un tanto ansioso el regalo que por mi onomástica o Reyes me hará C. Se trata del Adiós, Cataluña, del juglar Albert Boadella, un elemento peligroso para todo poder establecido.
Hastiado de un nacionalismo exacerbado, el fundador de Els Joglars, viejo luchador contra toda atadura de libertad, se despedía simbólicamente de la tierra que le vio nacer y lo hacía desde aguas del puerto de Barcelona, aguas jurisdiccionales españolas que se dice técnicamente, para evitar pisar tierra conquistada por el tripartito al que responsabiliza de muchos de los males de esa histórica comunidad. “Cataluña me importa menos que Birmania”, llegó a decir Boadella, sin duda en un arranque de irónica rabia contenida. A Els Joglars se le boicotea en los escenarios catalanes, algo impensable hace unos cuantos años, y ahora llenan los teatros de Madrid o Andalucía donde actúan.
El amor y la guerra conforman los dos ejes de su vida, si ello lo juzgamos por el libro que me apresuro a leer. La mujer de su vida, Dolors, principal sostén de su existencia, según confiesa, y una guerra que ya da de antemano por perdida “si bien ello constituyó una derrota placentera”.Y aunque Boadella se lamente de no haber nacido en Madrigal de las Altas Torres, por ejemplo, seguirá habitando en su masía de Pruït, donde aún se compra el pan recién salido del horno humeante, los pájaros son la sintonía del nuevo día que despunta y la naturaleza cobra protagonismo inusitado a sólo unos cuantos kilómetros de la gran ciudad, donde el ruido y la furia se hacen cada día más insoportables.