Los ojos y el periodismo

Sostiene Gay Talese que lo más importante en el periodismo es mirar a los ojos. Lo dice el que pasa por ser, junto a Tom Wolfe, el padre de una nueva forma de ejercer el oficio. Esa innovadora narrativa de no ficción surgida a finales de los sesenta. Ha dicho también que el periodismo tradicional debe sobrevivir, que ello es vital para toda sociedad que se precie. Y que Internet está minando sus cimientos.

Gay Talese valora mucho el contacto, el cuerpo a cuerpo para conformar la crónica o el reportaje que traslade al lector cuanto de verosimilitud encierre una historia. El modo gestual de la gente, su entorno, lo físico. Unir periodismo y literatura siempre fue una vieja aspiración de los que nos dedicamos a ello. Sin embargo, no siempre se consigue. Dice Talese que habría que buscar otra denominación para aquellos profesionales que, sentados frente a un ordenador, aseguran ser periodistas. No, no lo son. O, al menos, son otra cosa, reitera.

Pasará a la posteridad por múltiples razones. Sus perfiles sobre Sinatra o Alí son memorables. Son piezas de artesanía hilvanadas sin entrevistar a los retratados, aunque nutridamente documentadas con las aportaciones de quienes sí los conocieron. Carece de móvil y de correo electrónico, este personaje incrustado en el siglo XXI pero con ademanes y formas del anterior. Exquisito hasta el extremo, no perdona un martini antes de la cena. Comprometido con la verdad o, en todo caso, con su verdad, asevera que le gusta visualizar sus historias.

[eldiario.es Murcia, 26-6-2017]

Menos mal que nos queda Portugal

En octubre de 1984, el grupo de punk-rock Siniestro Total publicó su tercer elepé con un título que ya es legendario: ‘Menos mal que nos queda Portugal’. Y en una de sus catorce canciones, todo un enigma, se preguntaban  ‘¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos?’. Visto en perspectiva, parecen interrogantes de la izquierda de hoy.

Portugal, ese vecino al que casi siempre miramos de soslayo, viene dando a España demasiadas lecciones en los últimos tiempos. La gota que colma el vaso ha sido ganando el festival de Eurovisión con una balada intimista, cantada por un tipo que para nada encaja en los derroteros frikis que el certamen había adoptado últimamente. ‘Amar por los dos’, compuesta por la hermana de Salvador Sobral, un chaval que sobre el escenario parece que acabara de llegar directamente de una concentración del 15M, es un tema de amor tan sencillo, como directo y melodioso. Ni un salto, ni un aspaviento, nada extraño a la hora de interpretarlo. Sobrio y formal, por alguien que confesaba no haber visto jamás una edición del festival y que tuvo el gesto solidario de no olvidarse de los refugiados.

Ya hace algo menos de un año, la selección portuguesa de fútbol se impuso en la Eurocopa de Francia, derrotando a los anfitriones del torneo en Saint-Denis, con un ‘doloroso’ gol de Éder en la segunda parte de la prórroga. El equipo, capitaneado por un exultante Cristiano Ronaldo, se adjudicó, por vez primera en su historia, tan codiciado campeonato continental.

Son los portugueses, esos mismos que tuvieron que ser intervenidos en 2011, entre otros, por el Fondo Monetario Internacional, y rescatados con 78.000 millones de euros, y que emprendieron en 2014 la senda de la recuperación. Y que hasta fueron capaces de articular en 2015 un amplio gobierno de la izquierda, presidido por el socialista António Costa, del que por cierto bien poco se habla en los grandes medios de comunicación, más preocupados en destacar, por ejemplo, el auge de la ultraderecha en otros países del viejo continente, que no en el luso. Parece que lo que en España no pudieron conseguir los socialistas y los llamados emergentes (veremos qué pasa a partir de ahora tras la rentrée de Pedro Sánchez), en el país vecino sí fue posible. Aunque allí también se vaticinara desde la derecha que ese frente popular llevaría el caos a las calles y a la nación a la bancarrota. E igual hasta echaron mano de ese mantra que tanto gusta por estos lares del ‘gobierno de perdedores’, ya que allí también fueron los conservadores los más votados en aquellas elecciones, aunque sin alcanzar tampoco la mayoría absoluta. Sin embargo, parece que las renuncias a las políticas neoliberales y de austeridad que se proclaman desde la Unión Europea, en Portugal han calado y están dando sus frutos. El resto de la izquierda, incluidos los comunistas, instaron al Partido Socialista a descartar la flexibilización de las relaciones laborales o el intento de privatizar el transporte público. Además, se recuperaron los sueldos de los funcionarios, se volvió a la jornada de 35 horas semanales y se incrementaron el salario mínimo y las pensiones. Y todo ello, reduciendo el déficit y el paro. Cuestión aparte merece el enorme desarrollo experimentado en el mundo de las energías renovables. Pero de todo esto casi nadie habla en la prensa europea.

Que Portugal está de moda es evidente, aunque algunos se hagan los sordos. Pero por encima de sus éxitos musicales o deportivos que sí acapararon portadas, está su día a día, el de su gobierno y el de sus ciudadanos. Mientras, en España, la izquierda que soportamos sigue enfrascada en su debate interminable y quijotesco de si son galgos o podencos o de si esto era cosa del lustroso y victorioso o de la decaída lozana andaluza. Y, claro, así les ha ido comparado con sus vecinos peninsulares.

[‘La Verdad’ de Murcia. 9-6-2017]

Seamos ‘merengues’ por una noche

El Real Madrid puede obtener este sábado, en Cardiff, su duodécima Copa de Europa. Y parecería hasta lógico que todos los españoles fuésemos ese día merengues consumados. Sin embargo, por lo que se ve, no será así. Y no solo es un runrún en bares o en las tertulias de amigos, también en medios de comunicación como la televisión autonómica catalana TV3, donde en un vídeo apuestan sin ambages por la Juventus de Turín, rival esa noche de los blancos.

Que el fútbol se ha ido mercantilizando con el paso de los años es algo incuestionable. Los grandes clubes se han convertido en una suerte de macroempresas, en las que prima más el interés comercial de sus dirigentes frente a lo meramente deportivo. Conviene no olvidar que en 1966, el Real Madrid ganó su sexta Copa de Europa al Partizán de Belgrado con un equipo formado exclusivamente por futbolistas españoles y al que entrenaba Miguel Muñoz. Ahora el fútbol se rige por la masiva incorporación de jugadores extranjeros, algunos excepcionales, eso es verdad, si bien otros para nada mejoran el nivel medio de cualquier canterano nacional al que se le dé un mínimo de oportunidades. Ello no obsta para que al Real Madrid lo consideremos un equipo netamente español y, por tanto, merecido representante de nuestro país en la final de la Champions League. Sin embargo, a la clásica rivalidad con el Barça, e incluso con otros equipos como el Atlético de Madrid, se une un antimadridismo lacerante que deviene de la prepotencia que alguno de sus más insignes valedores exhibe habitualmente.

Mañana todos los españoles tendríamos que estar apoyando al Madrid. Al menos, por una noche. Sería lo más lógico, dejando al margen rivalidades pasadas y patrioterismos trasnochados. Aunque solo sea porque se trata de un equipo cuya camiseta han vestido, a lo largo de su dilatada historia, tipos tan excepcionalmente geniales como Alfredo Di Stéfano, Paco Gento, Amancio Amaro, Juanito, Emilio Butragueño o Raúl González. Y porque lo presidió durante 35 años un hombre de la talla del irrepetible Santiago Bernabéu, coartífice de aquellas seis Copas de Europa, cinco de ellas consecutivas, que tanto asombraron al mundo, un dirigente al que tan poco se parecen los directivos-ejecutivos de hoy en día.