Un escenario de todo o nada


Cuesta mucho digerir algo sobre lo que ya nos advirtió oportunamente el desaparecido periodista sueco Stieg Larsson: la briosa efervescencia de la extrema derecha en los países nórdicos. Sobre ese peligro ya no tan larvado, el exitoso novelista póstumo hizo girar muchos de los compases de su vida. Jamás pudiera uno imaginarse que en sociedades aparentemente tan civilizadas como aquellas ocurrieran episodios como los acaecidos en los últimos días en Noruega.

Los tiempos que corren tienden a fabricar individuos del pelaje de Anders Behring Breivik, un enviado de Dios sabe dónde que quería redimir a esta sociedad de los males que la acechaban. Un iluminado, a todas luces. Con su desparrame de locura, se ha cobrado la vida hasta la fecha de 76 inocentes y con ello, quizá, sienta que ha cumplido una misión encomendada desde el más allá. No sé hasta qué punto sorprende la actuación de un tipo que vivía en una granja como un ermitaño, que odiaba a los inmigrantes aunque a diario comiera en un restaurante regentado por turcos, o que colgaba en Internet, en vísperas de su carnicería, un infumable manifiesto de 1.500 páginas que jactancioso tituló 2083: la declaración de independencia europea.

Breivik no sólo odiaba la colonización islámica de Europa sino también a los marxistas. Luego de vivir con su madre, decide un día cargar un coche con abundante material explosivo y marcharse hasta una granja, alejada a unos 160 kilómetros al norte de Oslo, para preparar su macabra acción.

Se decía militante conservador, cristiano y redentor, pero poco predicó con su ejemplo. Su lema de que es mejor pasarse que quedarse corto tiene su máximo exponente en el episodio de la isla de Utoya, donde acabó impunemente con las vidas de 68 adolescentes.

Uno contempla el mapa de la implantación de la ultraderecha en Europa y ha de hacerse una lectura obligada: en Noruega tiene un 23% de votos, un 19% en Finlandia, un 17,5% en Austria, un 16,7% en Hungría, un 15,4% en Holanda, un 13,8% en Dinamarca o el 10,4% en Francia. Sorprendente, entrado el siglo XXI, en un continente que conoció en sus entrañas capítulos tan execrables como el del Tercer Reich.

Para estos extremistas, como para los nazis en su día, el peligro no lo entraña tanto la cuestión racial (caso de los judíos en aquella Alemania o los islamistas en la Europa actual) sino los que, instalados en el poder, manejan los resortes de las naciones y que con sus decisiones logran descafeinar la esencia misma de la cultura de su país. Por eso Adolf Hitler promovió un odio descomunal contra los hebreos, en los que veía no sólo un peligro para la pervivencia de la raza aria, sino también una amenaza colectiva que influía sobremanera en los designios de la élite instalada en los poderes del mundo.

Cuentan que cuando en su soledad fabricaba las bombas letales, Breivik se repetía que el suyo sería un escenario de todo o nada. Más o menos lo que hoy nos jugamos nosotros, si apostamos por la libertad frente a los que quieren cercenarla a base del chantaje al que nos someten con su siniestra intransigencia.

‘NoW’ todo vale

Lo de las escuchas telefónicas del semanario dominical británico News of the World es de esos episodios que te provocan vergüenza como profesional de la comunicación. Siempre creímos que no todo valía en el mundo del periodismo por alcanzar una noticia, algo que algunos parece que no comparten. Las prácticas abyectas llevadas a cabo por ese periódico rozan lo macabro. Desde manipular un contestador de mensajes de una niña de 13 años, desparecida en 2002 y hallada muerta seis meses después, hasta capturar llamadas de familiares de víctimas de los atentados del 7-J. Todo ello, trufado con las connivencias policiales que han llevado a dimitir a los dos principales responsables de Scotland Yard. Todo muy negro, muy turbio, muy asqueroso. La lista abarca a más de 4.000 espiados. Desde miembros de la realeza hasta plebeyos notables, como actores, cantantes o deportistas.

Rupert Murdoch, el magnate que nos recuerda al William Randolph Hearst que el genio de Orson Welles rebautizó como Charles Foster Kane en su obra cumbre de la cinematografía, asegura que era ajeno a todo cuanto acontecía. Cuesta mucho creerlo. The Guardian, medio de la competencia, venía denunciando desde años atrás estas prácticas de su algo más que colega, el NoW. Perro no come perro, pero en este caso, quizás sí. Por aquel entonces dirigía la sensacionalista publicación un personaje ambiguo, Andy Coulson, quien con el tiempo se convertiría en mano derecha en asuntos de prensa del hoy primer ministro, el conservador David Cameron. El trabajo de campo realizado durante su mandato prosiguió con Rebekah Brooks, una mujer ambiciosa que escaló peldaños con escasos escrúpulos en el grupo mediático de Murdoch, entrando como secretaria y alcanzado destacados puestos ejecutivos.

Si en el periodismo prosperara lo que el NoW ha intentado hacer, la sociedad se convertirá en un enfermo terminal cuya salud entraría en barrena. Si los profesionales aceptan esos métodos para obtener información, la catarata perniciosa nos arrastraría al mayor de los abismos. La libertad de expresión, ese bien sagrado para todos los ciudadanos, ha de estar muy por encima de todo esto. Y la buena conciencia de los periodistas. Al menos, de los que aún creemos tenerla.

El cantante con un hilo de voz

Un hombre casado, en la Italia de los sesenta, cae seducido por una joven aspirante a actriz. En el bagaje sentimental del individuo va de antemano un matrimonio y un romance. Del segundo sale la fuente de inspiración de algunas de sus más bellas creaciones. Y de la locura con la menor de edad, un embarazo, que corre paralelo al de su mujer, su historia oficial. El hombre sucumbe en el submundo del alcohol y las sustancias prohibidas. Para vivir en esa desazón perpetua, lo mejor es quitarse de en medio, concluye. Coge un arma y se dispara. Por suerte para él, la bala se le incrusta en el pecho y no hace impacto en el objetivo deseado: su corazón.

No es de extrañar que la vida de este singular personaje haya estado salpicada de apariciones y desapariciones sorprendentes. Daba la impresión de que sus clamorosas retiradas iban ligadas a sus momentos álgidos. Tampoco que, a lo largo de todos estos años, haya compuesto algunas de las canciones que sin duda formarían parte de la banda sonora de nuestro afanoso existir. Bebió en las fuentes de jazz y de la chanson française. Militó y ejerció en uno de los extremos de la balanza de la política.

Hablo de Gino Paoli (Monfalcone, 1934), el hombre que enamoró a Ornella Vanoni y Stefania Sandrelli, que tuvo cuatro hijos con tres mujeres, que compuso Sapore di sale, Senza fine, Il cielo in una stanza, Questa lunga storia d’amore… De quien alguien dijo un día que, posiblemente, no tuviera voz para ser cantante.

Dudas razonables en el Athletic

Los resultados de las elecciones a la presidencia del Athletic Club de Bilbao han deparado un claro damnificado colateral: Joaquín Caparrós. El técnico de Utrera era la apuesta continuista de Fernando García Macua, quien finalmente no obtuvo la reelección. Caparrós ha estado al frente del equipo en las cuatro últimas temporadas, consiguiendo el hito de jugarle una final de Copa al mejor equipo el mundo: el Barcelona. Aquel partido, disputado en Valencia, acabó con un contundente triunfo culé por 4 a 1. Sin embargo, el trabajo de este entrenador quedará como un referente del conjunto vasco y habrá que ser justo con él. Supo sacar provecho a jugadores con enorme proyección, como Fernando Llorente o Javi Martínez, y colaborar en el alumbramiento de otras estrellas en ciernes, caso de Iker Muniain.

En la temporada 1995-96, un técnico de origen serbio, Dragoslav Stepanovic, ocupó el banquillo del Athletic. Venía de Alemania, de entrenar a dos equipos con vitola: el Eintracht de Frankfurt y el Bayer Leverkusen. Sin embargo, la suya fue una campaña nefasta. En marzo fue cesado y sólo en la última jornada del campeonato, entrenado por José Mari Amorrortu y de forma agónica, el equipo se salvó de la hecatombe derrotando en San Mamés al temible Rayo Vallecano con un hat trick del Cuco Ziganda. El capitán de aquel conjunto era el flamante presidente del Athletic,  Josu Urrutia.  Al bigotudo técnico lo sustituiría la siguiente temporada Luis Fernández, un entrenador que como pocos exprimió el jugo a la filosofía de un equipo y una afición, llevando al Athletic, primero a la UEFA y, al año siguiente, el de su centenario, a obtener el subcampeonato de Liga.

El caso de Stepanovic, un tipo que se ventilaba varios cigarros puros durante los partidos, se ha querido situar en paralelo y por momentos con el de Marcelo Bielsa, el que todo parece indicar que será el próximo técnico del club bilbaíno. Este preparador argentino tiene un amplio currículum, esa es la verdad. En la década de los 90 obtuvo tres campeonatos argentinos, dos con Newell’s Old Boys –del que fue jugador– y uno con Vélez Sarsfield. En 1998 estuvo en nuestro país, entrenando al Espanyol, siendo la suya una estancia efímera y con poco éxito. Ha sido seleccionador de Argentina y del vecino Chile. Con la albiceleste obtuvo la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, el único título que se le resistía al combinado. Previamente, lo habían elegido mejor seleccionador mundial en 2001.

Con todo ese bagaje, lo que está por ver es si un técnico de sus características encaja en el engranaje de un club histórico y más que centenario, con una afición entendida y exigente que espera reverdecer los éxitos cosechados hace ya un cuarto de siglo. Y ahí surgen las dudas. El Athletic apela a la cantera constantemente. Y ya no sólo a Lezama, de donde se ha nutrido a veces de forma y manera providencial. El conjunto vizcaíno ha pescado en caladeros cercanos, como Guipúzcoa, Navarra, Álava y La Rioja, e incluso en el País Vasco francés, lo que en ocasiones le ha generado no pocas polémicas. Por tanto, su mercado es reducido ya que, por el momento, la llegada de extranjeros al club sigue siendo coto cerrado. Con esos mimbres, ¿podrá el Loco Bielsa componer la cesta que todos ansían? Como digo, está por ver, y se me antoja que no será tarea sencilla. Su primera prueba de fuego será el estadio Bernabéu, en el primer partido de la Liga venidera, ante un coloso merengue que no atraviesa sus mejores momentos.

Sin embargo, un pivote para la esperanza de que la nave rojiblanca vaya a buen puerto y no naufrague como la estela de River Plate en Argentina, cayendo al pozo de la Segunda División, es la presencia de Amorrortu en el cuadro técnico. Él ha sabido como pocos manejar los hilos en Lezama y San Mamés cuando se le ha necesitado, y no me cabe la menor duda de que ahora también lo hará. Es como el regreso de un hijo pródigo. Y barrunto que su concurso será fundamental, una vez más, para que el Athletic no se convierta en un equipo vulgar, que deje de enamorarnos a cuantos le seguimos de forma impenitente.