Cuando investigar es llorar


Aunque todavía habrá quien lo cuestione, un estudio revela que el clima de los últimos dos mil años no ha registrado un cambio global de las temperaturas como el que se está experimentando en la actualidad. Así lo evidencia el trabajo de un equipo de científicos, que ha contado con la participación de la Universidad de Murcia (UMU), en el que se evaluaron los patrones globales de variabilidad climática gracias a los datos de casi 700 registros de cambios de temperatura, entre los que destacan los anillos de los árboles o el crecimiento de coral, obtenidos a través del proyecto denominado ‘Past Global Changes’.

Juan José Gómez Navarro, joven investigador del área de Física de la Tierra de la UMU, es coautor de este trabajo. Nacido en Albacete, pero muy vinculado a Murcia, tiene 38 años, de los cuales la mayor parte de ellos los ha pasado estudiando. Antes de recalar en la Universidad murciana, estuvo investigando en la de Berna, en Suiza, considerada una de las 200 mejores universidades del mundo. Estos últimos días anda como loco concediendo entrevistas a numerosos medios informativos que lo requieren por tierra, mar y aire, tras publicarse en la prestigiosa revista ‘Nature’ el resultado del mencionado estudio. Yo fui uno de los periodistas que lo entrevistó esta semana, con el fin de difundir su importante labor en una pieza para el Telediario nocturno de TVE.

Juanjo, que es como se me presentó a las puertas de la Facultad de Químicas de la UMU, vive ahora momentos de gloria al ver recompensado su trabajo con el éxito que supone aparecer en esa publicación y la repercusión que ello conlleva. Sin embargo, me llamó la atención que en el trasfondo de todo apareciese el oropel cuando declaró a mi compañera del diario ‘La Verdad’, Fuensanta Carreres, que, “a efectos laborales”, se consideraba “prácticamente un becario”. Juanjo le explicó que “una vez termine mi contrato ‘Juan de la Cierva’ y mi participación en el programa ‘Jóvenes líderes en investigación’ de la Fundación Séneca, no hay renovación posible. A mis 38 años, el sistema ya no permite que siga compitiendo por becas, y está diseñado para que opte a ser contratado como ayudante doctor, pero no hay plazas”. Hace apenas unos años ser ayudante en una Universidad era tan peyorativo como entonces ser llamado ‘mileurista’. Había quien miraba a estos con cierta condescendencia, algo que hoy nos resulta impensable. Y Juanjo, ahora, seguro que se daría con un canto en los dientes por alcanzar esa ayudantía.

Con todo, me confiesa que tiene en su vida el adagio de “búscate un trabajo que te guste y así nunca tendrás que trabajar”. Juanjo me explicó que “a veces haces trabajos que tú consideras que son buenísimos y no le interesan a nadie. Y también ocurre lo contrario. En mi opinión, este que hemos hecho es un buen trabajo que, además, tiene repercusión”. Está convencido de que hay un proceso sistémico: “El sistema te marca plazos de dos años, son una serie de programas que son finitos porque se entiende que, llegado a una determinada edad, yo ya debería tener un trabajo fijo”. Pero no es así. Me asegura que, en poco tiempo, se puede quedar en el limbo, es decir, “sin proyecto ni posibilidad de que la Universidad me busque un hueco porque no lo tiene”.

No sé si investigar en España es llorar, parafraseando a Larra con aquello de “Escribir en Madrid…”. Lo cierto es que en nuestro país se invierte en I+D menos que lo hace la media de sus socios europeos y que la distribución público-privada no es la más adecuada para aumentar el impacto del conocimiento en la economía y el bienestar, tal y como ha dejado patente Luis Sanz Menéndez, autor de un informe del Observatorio de “la Caixa” sobre la investigación en España. El gran Severo Ochoa ya sostenía que la investigación necesitaba más cabezas que medios. A este paso, descapitalizándonos de potenciales cerebros, como el de Juanjo, acabaremos instalados en fútiles pensamientos y en la más absoluta mediocridad. Igual que en la política contemporánea.

[eldiario.esMurcia 28-7-2019]