Tristante y los polichinelas

Mi hija fue quien primero me habló del escritor Jerónimo Tristante, tras leer ‘1969’, y me confesó que le fascinó. Algún tiempo después, su Víctor Ros fue llevado a las pantallas de TVE. Seguí su trayectoria muy de cerca, a partir de entonces, a través de sus nuevas publicaciones y premios, como el Ateneo de Sevilla o el de novela de Logroño. 

Tristante, profesor de Biología en un instituto y reconocido novelista, podría vivir plácidamente sin meterse en demasiados charcos. Sin embargo, su compromiso le lleva a mostrar inquietudes sociales y, por qué no decirlo, también políticas. Tras un amago de incursión en una formación de claro corte regionalista, supo saltar a tiempo de un barco que aventuró con su fino olfato que zozobraría y mantener intacta la independencia intelectual. Su posicionamiento en cuestiones candentes, como el conflictivo soterramiento de la llegada del AVE a Murcia, fue un claro ejemplo.

Tras las pasadas elecciones autonómicas y municipales, Tristante, junto a otros exponentes de ese tipo de ‘filosofía existencial’, organizaron una plataforma con la ilusoria intención de disuadir a Ciudadanos, un partido que se desgañitó a lo largo de la campaña apostando por la regeneración y el cambio, para que no apuntalara a un PP que llevaba 24 años gobernando esta Región. A modo de botón de muestra, Tristante aún suele retuitear con fruición el vídeo de aquella memorable intervención de Inés Arrimadas, un mediodía, en la murciana plaza del Cardenal Belluga, en la que la dirigente política catalana se cuestionaba a viva voz eso de que: «¿Os imagináis a los mismos gobernando aquí 28 años?». Pues sí, no solo nos lo imaginábamos, Inés, sino que lo vamos a ver con vuestro apoyo y el de Vox.

Cuando Tristante, José Belmonte y otros promotores de la plataforma se dieron de bruces con la realidad, es decir, que Cs elegiría al PP como «socio preferente», entendieron que cambiar las cosas en esta tierra es misión casi imposible cuando son los denominados poderes fácticos los que deciden entre bambalinas, mientras otros escenifican el teatrillo, cómo se hace con los polichinelas.

Con artículos punzantes en este periódico e intervenciones en cuantos medios lo reclaman, el ‘padre’ de Víctor Ros sigue dando caña porque nunca arroja la toalla. Hace unos días, en su tribuna semanal en ‘La Verdad’, elogió con generosidad un artículo mío, junto a los de otros tres periodistas a los que admiro y respeto: Alberto Aguirre, Ángel Montiel y Rosa Roda. En Twitter, le expresé mi agradecimiento y añadí que ahora solo me restaba aparecer en una de sus novelas. Tristante, hombre de gatillo fácil -en las redes, se entiende-, no tardó en contestarme: «¡¡¡Hecho!!! Estarás en La Habana de simpático hacendado; ojo, es rico pero hombre progresista y adelantado para su época».

Que Jerónimo Tristante era alguien de palabra nunca lo puse en duda. Al día siguiente, colgó en su cuenta de Twitter varias fotos sobre la novela en la que trabaja actualmente. En una de ellas, de su ordenador portátil, se aprecia un texto en el que «Don Manuel Segura y Verdú» invita a un almuerzo en su casa habanera, entre otros, al detective Víctor Ros, al que quiere conocer. Por lo que se lee a continuación, en la obra soy «un tipo de dinero; un hombre con mucha influencia». Vamos, como en mi vida real…

Sus lectores esperamos ansiosos -mi hija Cristina y yo, en particular-, la publicación de esta nueva novela que, no solo por lo que relato, me apetece mucho echarme a la vista y leer con sumo detenimiento. Desde que en 1984 viajé a Cuba, mi fascinación por aquel país es absoluta. Tanto por la belleza de la isla como por la calidad humana de su gente. Qué pena que los cubanos hayan tenido que soportar, durante seis décadas, a unos gobernantes que no se merecían. Como posiblemente nosotros, tampoco nos merezcamos a los nuestros.

[‘La Verdad’ de Murcia. 23-7-2019]