Michael Bublé. Home
“Ahora, el poder lo asume todo, lo paga y lo archiva para la tranquilidad general. Es más difícil escapar del dinero que de la policía. Hay profesionales de la protesta que medran y progresan. Antes, si escribías en una pancarta ‘Franco es feo’ ibas a comisaría. Hoy si escribes ‘El alcalde es feo’ el Ayuntamiento te compra el cartel”.
Quien así se expresa es Isidoro Valcárcel Medina, artista sui géneris, conceptual, toda una arriesgada apuesta de performance, al que hace unos días concedieron el Premio Nacional de las Artes Plásticas. Tiene 70 años y vive en Madrid. Su pose y su porte ante el fotógrafo, en su apartamento capitalino, guardan cierto aire valleinclanesco. Cuando una vez le dijeron que presupuestara una exposición suya, remitió un guarismo que impactó sobremanera al que se lo propuso –seis euros, vale– y se la rechazaron por barata. Es por ello por lo que Valcárcel Medina reivindica, desde su óptica de no haber vendido nunca nada, un precio digno y no de artista. El arte se puede aprender, pero no enseñar, apostilla este murciano de dinamita.