Sara / Fleetwood Mac
En la radio, oigo a alguien decir que una persona se puede ahogar en 25 centímetros de agua. Es más: leo que un bebé lo puede hacer en tan sólo 10, en su propia bañera. Se fija entre los 1 y 4 años el período de mayor riesgo de este tipo de accidentes para los más pequeños. El ahogamiento, casi siempre, suele resultar una muerte silenciosa. Este verano, no sé si porque a lo mejor andamos un tanto más sensibilizados que de costumbre, observamos que la cifra de menores que perecen en piscinas se ha disparado en España. Eso, al menos, me parece a mí.
Las estadísticas apuntan a que más de un 85% de los ahogamientos suelen producirse en instalaciones privadas, ya sean hoteles, urbanizaciones o chalets. La presencia de un menor en una de ellas debe ponernos en alerta permanente en torno a su seguridad. El 77% de los niños ahogados fueron perdidos de vista por sus padres. Y es que un simple descuido, un desvío de nuestra atención, puede convertirse en fatal tragedia. Alrededor de una docena de niños han sido ya víctimas mortales del agua este verano. Se estima en un centenar, como media, el número de menores que pierden la vida de esta forma en cada período estival. Los expertos recomiendan vallar las piscinas y colocarles un cierre seguro frente a las sorpresivas incursiones infantiles. Y que los niños aprendan a nadar cuanto antes.
En España se calcula que tendremos casi 600.000 piscinas. La verdad es que no sé quién llevará al día esa estadística, pero también es algo que he leído recientemente. Al fin y al cabo, una buena zambullida debe constituir motivo de alegría y relajo, si se quiere incluso colorista, y nunca tragedia y luto para una familia, como es el caso de una docena de ellas en nuestro país tras lo ocurrido durante este mes que hoy se nos despide.